viernes, 25 de abril de 2008

UNA EXPERIENCIA INCREIBLE.

Un tremendo impulso me invitaba a caminar hacia ella,
La Montaña Roja.
Estaba solo, hacía mucho calor, pero el viento soplaba con infrecuente virulencia a cada paso que daba, con más fuerza, si cabía.
.
Casi sin darme cuenta, sentía su magnetismo, poderoso, inexplicable, misterioso, que secuestraba mi voluntad, e irremediablemente me hacía acercarme más y más.
El calor del sol me quemaba la cara, pero una mano de viento invisible, y muy real, me empujaba con gran fuerza hacia su ladera.
. Casi no me lo podía creer pero una poderosa fuerza me estaba arrastrando y nada podía hacer, salvo dejarme llevar. Subía, y subía, y subía el empinado sendero con una energía que creí haber perdido hacía años. Saltaba por encima de las piedras una y otra vez, y no tropecé en ningún momento. Y no podía parar. . Aquella situación me empezaba a incomodar, porque estaba perdiendo mi voluntad de actuar. Llegué a la cima luchando con un viento que jamás tuve la ocasión de conocer. Y en ese instante, empecé a tener miedo. . Miedo de ser rrastrado por una ráfaga tormentosa. Miedo de perder el sentido de la realidad, y verme volando descontroladamente a merced de aquellos torbellinos salvajes. Miedo de verme impotente, cayendo al vacío del abismo, y sumergirme en el embravecido océano. . Pero una voz interior, arropó mis temores y abrazó mi alma con tanta ternura, que mis miedos volaron de mis adentros, perdiéndose en la lejanía. Me sentía mejor. Y respiré aliviado. Un cálido refugio me invitaba a descansar de aquella increíble hazaña. Y allí descansé sin saber cuánto tiempo estuve. . Bellos paisajes, indescriptibles, con los que pude deleitarme, mientras recuperaba mi habitual tranquilidad anímica. . La bajada fué aún más increible. Tan fuerte soplaba el viento, que literalmente, me dejé caer hacia delante. Mi chaleco acolchado totalmente inflado, mis brazos abiertos para no perder la estabilidad. Por más que me inclinaba hacia delante, no me caía, una enorme fuerza me mantenía, y por breves instantes podía volar. . Sí, sí, volar!!, tal cual como suena. Mis pies casi no tocaban el suelo, salvo para saltar, y volar unos metros, y pisar, y volar de nuevo, . . . No sé cuánto tiempo estuve así, un minuto, tal vez diez, o quizás veinte, no lo sé, perdí la noción del tiempo. Cuando me dí cuenta, ya estaba caminando por el sendero de acceso, en terreno llano, hacia mi coche. . Miré hacia atrás, y sentí un guiño, mágico, de un juego inusual que el viento hizo con un ser humano. Esta vez, me sentí agradecido, por haber sido el protagonista de una historia que estoy seguro que muchos no se creerán. Pero mi alma se enriqueció ese día, de una nueva experiencia. Y sólo yo, sé lo que en verdad allí ocurrió aquel día. Y me encantó. .
Fotos y texto: Gonzalo Bautista.
Con COPYRIGHT del propio autor.
Derechos Reservados.

No hay comentarios: